Compañeras y
compañeros:
Es con inmensa alegría que hoy festejamos el 1º
de Mayo, día del trabajador. Es un 1º de mayo
de la época peronista, un 1º de mayo de felicidad
y alegría en todos los hogares argentinos y trabajadores
de la Patria.
Y es con inmensa alegría que vemos a esta muchedumbre
apretujada, no con las manos crispadas ni con gesto de rebelión,
sino de alegría y batiendo palmas para aclamar al
Líder de los trabajadores, que fue el hombre capaz
de reivindicar la justicia social por tanto tiempo reclamada
por los trabajadores de la patria.
Este 1º de mayo no es el 1º de mayo de la impotencia,
no es el 1º de mayo en el que en todos los hogares
de la patria había tristeza, desolación y
desesperanza. Este es un 1º de mayo en que los obreros
han desterrado toda bandera foránea para enarbolar
la azul y blanca, la más hermosa de las banderas,
la nuestra, la de la Patria.
Hoy los obreros argentinos no entonan más que un
himno, el patrio, y no vitorean más que al General
Perón, el realizador, el visionario, el patriota
que con sus sueños enarboló la justicia social
cuando creara ese magnífico edificio, que fue un
poco de luz para todos los hogares proletarios de la patria.
Hoy viene la masa trabajadora argentina a rendir homenaje
al general Perón; hoy viene la masa trabajadora argentina
a festejar este 1º de mayo que es un 1º de mayo
de fiesta proletaria; hoy viene la masa trabajadora argentina
no como antes cuando desfilaba ante la indiferencia de los
anteriores gobiernos, que no tuvieron, tal vez por inercia,
por incapacidad o por falta de humanidad, el deseo ni la
voluntad de aunar las fuerzas para tratar de llevar un poco
de felicidad a todos los hogares proletarios de la patria.
Es por eso que acepté
orgullosa la invitación de la Confederación
General del Trabajo para dirigirles la palabra en nombre
de la más humilde de la patria.
Me siento orgullosa,
porque hoy la mujer está de pie, ante esta realidad
peronista que vivimos todos los argentinos y que queremos
que sea para todos los argentinos del futuro a los que deseamos
legarles esta época de bonanza de que gozamos gracias
al General Perón.
El general Perón,
con sus sueños de patriota, en años anteriores,
creó allá, en la Secretaría de Trabajo
y Previsión, el basamento de la justicia social.
Y creó algo más: la dignificación del
obrero argentino. Hoy, en la patria, todos tenemos personalidad,
pertenecemos a la era social del general Perón, y
por lo tanto afrontamos la inmensa responsabilidad de apoyarlo
y de acompañarlo para que las futuras generaciones
no nos puedan censurar por el hecho de que habiendo tenido
a un Perón, no les hayamos legado a ellos la época
de bonanza que estamos disfrutando nosotros.
Sabemos que estamos
ante un hombre excepcional, sabemos que estamos ante el
líder de los trabajadores, ante el líder de
la Patria misma, porque Perón es la patria y quien
no esté con la patria es un traidor.
La obra del General
Perón es demasiado grande para que la comprendan
todos. Unicamente el pueblo la comprende porque el pueblo
mantiene intactos los valores morales que nos legaron los
grandes de nuestra patria. La historia, con su juicio inexorable,
nos encontrará al fin del camino y nos dará
la razón; y esos rezagados del despertar nacional
no tendrán más que una excusa: su mediocridad,
su mezquindad de espíritu y su traición a
la clase humilde de la patria.
La obra del general
Perón a favor de la clase trabajadora, en pos de
la libertad económica y de la soberanía de
nuestra patria, es demasiado grande para que la comprendan
los espíritus mediocres y mezquinos. La obra del
general Perón se agiganta a la distancia y la comprenden
los humildes porque ellos son los que con su trabajo, su
sacrificio y su dedicación construyen la grandeza
de la Argentina.
Por eso yo, en nombre
de la mujer argentina, vengo no sólo a rendir homenaje
al general Perón, sino a la clase trabajadora de
la patria porque son ustedes los que están construyendo
la gran Argentina. Ustedes acompañaron desde el principio
al general Perón; ustedes tuvieron la visión
y la comprensión de que se encontraban ante un hombre
excepcional, ante un patriota que quema su vida desde el
amanecer para legar a los argentinos del futuro, sobre bases
justas, una patria grande y soberana. Yo, que he vivido
la difícil gestación de esta revolución,
sus incertidumbres y su culminación del 17 de octubre
de 1945, cuando fui una más confundida en las entrañas
de mi pueblo querido; yo, que sé el cariño
que siente el general Perón por sus vanguardias descamisadas;
yo, que veo al general Perón quemar su vida en aras
de la felicidad del pueblo trabajador argentino, puedo decirles
de tal pueblo, tal gobernante. Y todavía existen
incrédulos que preguntan ¿porqué hay
tantos peronistas en la Argentina? Hay peronistas por procedencia
popular. El pueblo grita: la vida por Perón. Sí;
la vida por Perón, porque si nos faltara él,
tendríamos horas escasas para el progreso nacional
y para la felicidad de los hogares humildes de la patria.
Yo sé que no habría un trabajador, un hombre
humilde, una mujer auténticamente del pueblo que
no diera la vida en aras de la felicidad de los argentinos
y de la patria misma.
Dije que el pueblo
humilde y trabajador de la patria era peronista por conciencia
nacional, por procedencia popular y por una fe incontenible
en el líder, el primer trabajador argentino, el general
Perón.
Cuando la Patria estaba
lesionada en sus sentimientos más puros, cuando en
los hogares argentinos se carecía de todo, cuando
los trabajadores no podían tender su mesa, cuando
el niño estaba abandonado como lo estaban los ancianos
y cuando no había más que desesperanza para
todos los humildes y sólo gozaban de felicidad cien
familias privilegiadas, surgió un hombre que, cansado
de tanta injusticia y de ver sufrir a la patria dominada
por capitales foráneos sin bandera, creó la
Secretaría de Trabajo y Previsión para remediar
tantos males.
Nosotros los descamisados,
ante los vende patria, ante los mezquinos y los egoístas,
tenemos el sentimiento del desprecio, pero deseamos que
vivan para que vean la realidad del general Perón.
Por eso este 1º
de mayo es un 1º de mayo que debe ser ejemplo en el
mundo convulsionado. La fiesta de los trabajadores argentinos
se basa en la felicidad de los humildes que, nobles y bien
nacidos, vienen a rendir homenaje al líder de todos
los trabajadores del mundo. En nuestra patria ya no existe
la olla popular, ya no existe la desesperanza. El general
Perón no sólo ha aumentado los salarios, sino
que ha hecho algo más: ha dignificado la vida porque
ha dignificado al hombre por el hombre.
En nuestra Patria ya
no se entonan himnos extranjeros, sino que se canta el nuestro
y no se enarbolan trapos foráneos sino que se lleva
la inmaculada bandera azul y blanca. En nuestra patria el
1º de mayo es el canto a la vida, a la esperanza y
las sonrisas. Los labios del pueblo, que se habían
hecho para la sonrisa, por la inercia de los gobiernos despóticos
y oligárquicos sólo conocían el odio
y las negaciones.
Ellos son los culpables
de que nuestro pueblo querido haya sufrido tanto; ellos
son los culpables de que el trabajador argentino haya estado
sumergido durante 50 años. Pero la historia dará
su juicio inexorable y debe hacer justicia al general Perón
y a nosotros. A ellos los despreciamos olímpicamente,
porque los descamisados no podemos detenernos en nuestra
marcha hacia la gran Argentina que está creando para
bien de todos, el general Perón, que sabemos, sueña,
lucha y trabaja a diario para llevar la felicidad a los
16 millones de habitantes de nuestro suelo y por legar a
los futuros argentinos una patria más próspera,
más justa y más grande que la que él
encontró.
Hoy vengo a rendir
homenaje a este 1º de mayo en nombre de las mujeres
de mi patria, que salimos el 17 de octubre a defender al
viejo coronel Perón con nuestro corazón criollo
que, sabemos, es el mismo que sigue latiendo en el pecho
de cualquier peronista, porque es el corazón glorioso
del descamisado de 1945.
En nombre de las mujeres
de mi patria he abrazado el apostolado de acompañar
el general Perón, tratando de imitarlo y de comprender
su obra ciclópea y patriótica. Es por eso
que tengo una fe inquebrantable en el éxito y unos
deseos irrefrenables de quemar mi vida si con ello se alumbrara
con la felicidad algún hogar humilde de mi patria.
Quiero terminar con
una frase muy mía, que digo siempre a todos los descamisados
de mi patria, pero no quiero que sea una frase más,
sino que vean en ella el sentimiento de una mujer al servicio
de los humildes y al servicio de todos los que sufren: "Prefiero
ser Evita, antes de ser la esposa del Presidente, si ese
Evita es dicho para calmar algún dolor en algún
hogar de mi patria".